«Nunca vamos a tener un mundo perfecto, pero no es romántico o ingenuo trabajar para un mundo mejor». Steven Pinker.
En medio de la pandemia, en la época de los cierres totales y la cuarentena, tratando de simular continuidad y de recobrar cierta ilusión de control, estábamos una noche conectados en el comité delegado por la junta para encontrar el nuevo líder de una importante institución. Habíamos definido un procedimiento, emulando el que se usa en el Banco de la República para elegir Gerente General. Pero el perfil parecía un desafío, más de dos páginas de ideas sobre qué conocimientos y características debería tener el nuevo líder, sucesor, además, de una persona profundamente admirada.
En algún momento, me acordé de esa frase, atribuida a algún político regional y que en mi caso escuché por primera vez a Nicanor Restrepo, sobre esa manía de buscar gente casi perfecta para los cargos directivos: «Si la encuentra, no la contrate. Cásese», dijo el doctor Nicanor en tono de burla. En ese momento, un miembro del grupo, Carlos Ignacio Gallego, presidente del Grupo Nutresa, intervino: «A mí me parece que hay una característica esencial que puede reemplazar casi todas las que están en el borrador que nos presentan; necesitamos a una persona capaz de articular una visión positiva del futuro. Esta es, quizás, la principal cualidad de un líder en estos tiempos».
Desde ese momento, cuando pienso en el rol de un líder, incluso en los días más negativos o desafiantes, ante las realidades más problemáticas o las proyecciones más pesimistas, lo repito como un mantra: «Articular una visión positiva del futuro...». El rol de un líder —persona o institución— es imaginar futuros, conectarlos, trenzarlos o articularnos para luego, de la mano de un equipo, una organización o una sociedad, permitirles emerger, hacerlos aparecer. Los buenos líderes hacen mucho más que vender humo o alentar la rabia: construyen el futuro a partir del presente. Si un líder ha de merecer ese calificativo, tendrá una función primordial de acompañar la transformación continua y, ojalá, positiva del mundo.
Frente a algunas posturas de los medios de comunicación que señalan, políticos pregonando los errores de sus oponentes, las, a veces, amargas expresiones de algunos activistas de las redes o las posiciones críticas de la academia, el arte y el sector social, me vienen a la mente dos reflexiones. La primera, que estas expresiones son necesarias, que los medios deben incomodar, los políticos compararse para que podamos diferenciarlos, los activistas sensibilizar para elevar la consciencia colectiva y los sectores educativo, social y cultural analizar los problemas y presentarlos, cada uno desde su perspectiva, frente a la ciudadanía. La segunda es que, aunque señalar lo negativo y denunciar las carencias es necesario, no es lo único, también es un deber moral imaginar y proponer; mucho más si somos líderes, aunque este no sea nuestro único rol.
Elegimos hacer esta Revista para movilizar estas conversaciones, para conocer algunas de esas posibilidades de futuro que emergen desde empresas, organizaciones sociales, colectivos comunitarios, asociaciones rurales y muchos otros lugares que no alcanzamos a conocer. Estos relatos complementan, por ejemplo la narrativa económica que propone la Estrategia Emergente de Antioquia, liderada por Comfama, Proantioquia, Eafit y Breakthrough. Aunque para visualizar el futuro necesitamos hablar de empresas, desarrollo económico y crecimiento del PIB, también es fundamental intercambiar historias, conocer otras y ampliar la perspectiva.
Al final, lo que hace que una sociedad florezca, es que sea capaz de articular varios relatos futuristas, amplios y plurales, que se trencen en forma de una visión colectiva.
Antioquia debe organizarse para que sus capitales cultural, educativo, social y físico catalicen el desarrollo. Surgirá así el crecimiento de la economía, que, al menos desde nuestra perspectiva, es fundamental para que una región o un país logren los objetivos que se proponen. Pero hay mucho más. La cultura tiene un papel fundamental, debemos tener claro qué buscamos, nuestros valores y su jerarquía; para qué queremos enriquecernos y cómo, y en qué marco pretendemos hacerlo.
Luego, vienen otras preguntas: ¿Cómo caminaremos hacia el futuro?, ¿respetando la naturaleza o, por el contrario, «luchando contra ella»?, ¿añorando más equidad o resignándonos a la desigualdad?; ¿qué tipo de ciudad queremos, con qué espacios, qué transporte?; ¿cómo nos haremos cargo de las regiones con menos potencial económico y conexiones con la economía global?; ¿cómo cuidaremos de los más vulnerables? y ¿qué papel tendrán el Estado y las organizaciones sociales en nuestra visión de sociedad?
Hemos cosechado, para ustedes, algunas historias positivas, posibles y reales sobre el futuro de nuestra región. Pretendemos que, con el tiempo, estos relatos diversos tengan coherencia interna y articulación entre ellos, que nos podamos ver en esas historias como en un espejo que presenta nuestra mejor versión.
Cuándo decimos positivo, además, no pensamos en optimismo ciego, no negamos ni los problemas ni las más duras realidades. Solo declaramos una mentalidad de hacernos cargo y una actitud corajuda, de utilizar los obstáculos a nuestro favor. No se trata de ser bobos o ilusos… sino realistas, asumir nuestro rol de líderes (todos lo somos en potencia) y actuar en consecuencia. Tampoco se trata de pensar en que hay una sola forma de encontrar el desarrollo, de una mirada única, sino más bien pensar en «un mundo donde quepan muchos mundos», como decía Arturo Escobar en nuestro Festival de Actuar por lo vivo en mayo del año 2023.
Para construir ese relato, que se compone de muchos relatos, ese futuro que son muchos futuros, ese mundo donde caben muchos mundos, necesitamos del diálogo. Esperamos que esta revista sirva para activar las conversaciones necesarias en empresas, barrios y familias, para animar discusiones, debates, análisis de alternativas y traer a la mesa nuevas ideas. Debemos, desde luego, tener en cuenta el pasado y hacer un buen diagnóstico del presente. Nosotros seguiremos insistiendo en que visualicemos alternativas de futuro que sean posibles, bellas y justas.
Como dice Philip Zimbardo, el sicólogo de Stanford que tanto nos ha inspirado, que «el pasado nos dé raíces, el presente nos dé energía y el futuro nos dé alas».
Una Antioquia que
se organiza para que sus capitales cultural, educativa, social y física catalicen el desarrollo.
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La Revista Comfama es un medio de comunicación educativo, de circulación gratuita, que tiene como objetivo generar conversaciones sanas y constructivas que transmitan valores positivos a través del poder del ejemplo y las historias.