La vida en un rompecabezas

Salomé vive en Bello, tiene 10 años y cursa quinto grado. Ama bailar y no le gustan las matemáticas.

—Hija, nos dijeron en el colegio que vas mal en matemáticas. ¿Qué pasa? Hablemos de eso. —Papá, no me gusta para nada esa materia.

Esta conversación era frecuente en casa y un dolor de cabeza para Juan David. Había intentado con horarios, castigos y recompensas, pero nada funcionaba. Era frustrante para ambos.

Un día, ordenando la casa, encontró un rompecabezas de su niñez. Los recuerdos lo invadieron; lo había armado tantas veces que hasta inventó formas nuevas: unas veces lo armaba por colores o lo dividía según las formas de las figuras.

Tal vez algo así podría funcionar con Salomé. Quizás, si jugaba con ella y le enseñaba esos métodos, ella podría adaptarlos a sus estudios y mejorar en matemáticas.

Desempolvó la caja y le contó a Salomé que ese rompecabezas fue un regalo especial de su infancia. Ella, curiosa, le pidió que lo armaran juntos.

Empezaron un rompecabezas y ya llevan varios. Salomé, sin darse cuenta, implementa las estrategias que le enseña papá. Ahora, es más paciente, ordenada y sistemática. Aunque no es la número uno en matemáticas, su mejora es evidente. Además, este ritual fortaleció el vínculo entre ambos.

¡Descarga acá el rompecabezas y ármalo!

Dice la ciencia:

Un estudio de la Universidad de Chicago mostró que armar rompecabezas regularmente mejora las habilidades espaciales en niños de 1 a 4 años y medio. Esta habilidad es crucial para el desarrollo en ciencia, tecnología y matemáticas.