Alexandra Ibarra Urrego decidió que sería maestra y que ejercería únicamente en zonas rurales. Sus estudiantes tienen ahora la posibilidad de formarse, sin necesidad de migrar. La Alianza ERA (Educación Rural para Antioquia) llegó a su escuela para apoyar este esfuerzo.
Mi abuelo nació en el corregimiento La Encarnación, cuando iba a visitar su casa, recorríamos hasta cuatro horas, caminando o en mula, desde el centro de Urrao, en el suroeste de Antioquia. Allí pasaba mis vacaciones, lo rural siempre estuvo conectado conmigo.
Cuando estaba en el colegio descubrí mi vocación. O mejor, mi pasión: la docencia. Fue hasta mis prácticas como estudiante normalista que sentí una profunda conexión con los niños y la posibilidad de ser su guía en el aprendizaje. Busqué la forma de trabajar para poder terminar mis estudios como normalista superior y me gradué como tecnóloga en educación.
Me fui para la ciudad y no logré trabajar como educadora. Con mi esposo estuve luego tres años en Curazao, una isla neerlandesa del Caribe y cuando regresé a Colombia volví al Suroeste de Antioquia. Primero estuve en Andes y terminé mi licenciatura y, cuando pasé el Concurso Docente en 2006, llegué a Jardín para ejercer siempre en zona rural. Desde allí estudié mi especialización en Tecnologías de la Informática e hice mi maestría en Educación en modalidad virtual.
Aunque los posgrados me brindaron la posibilidad de ejercer la docencia en universidades o colegios urbanos, mi propósito de vida siempre ha estado vinculado con el mundo rural, al que le veo un enorme potencial de emprendimiento y transformación que no siempre es evidente para todos. Allí están sembradas mis raíces y mi historia.
Por muchos años trabajamos con la Fundación Secretos para Contar, aún hoy aprovechamos sus libros, sus estrategias de aprendizaje por proyectos y su formación a maestros. En el 2017 al colegio en el que trabajo llegó la Alianza Educación Rural para Antioquia (ERA).
A través de ellos y con otros aliados, sedes escolares como la mía, en la vereda La Casiana del municipio de Jardín, puede ofrecer a sus 80 estudiantes educación desde preescolar hasta el grado once e incluso estudiar carreras universitarias, relacionadas con las necesidades del territorio porque se concretan con los mismos estudiantes.
Esto ayuda a que los jóvenes encuentren su proyecto de vida y propósitos en el campo. Gracias a sus recursos en materia de capacitación a docentes, la oferta de programas universitarios y el impulso a proyectos pedagógicos productivos que fortalecen las capacidades de los estudiantes.
Hoy otros 509 establecimientos educativos rurales en 19 municipios del suroeste y cuatro de Urabá y Bajo Cauca hacen posible que los jóvenes puedan estudiar Desarrollo de software, Producción agropecuaria o Turismo sin abandonar su vereda.
Lo que representa llevar la universidad al campo es invaluable porque los jóvenes pueden ver un futuro en su región, trabajar por ella y mejorar su calidad de vida. Antes, quienes querían progresar y seguir estudiando debían migrar, hoy se pueden quedar para construir.
Los jóvenes pensaban que no había progreso en zona rural, pero nos dimos cuenta de que solo les faltaba una guía, una orientación como la que hoy tienen, otras opciones. Ellos pueden transformar sus vidas de la mano de la educación y retornar parte de ese conocimiento a la región donde vivimos.
Instituciones que hacen parte de la Alianza ERA (Educación Rural para Antioquia)
Etiquetas:
HistoriasEditorialAlexandra IbarraEducaciónEducación rural para AntuoquiaEstablecimientos educativosRuralidadDesarrollo territorialCapitalismo conscienteConstrucción de paz y confianzaClase mediaSuscríbete a nuestro boletín y mantente actualizado.
La Revista Comfama es un medio de comunicación educativo, de circulación gratuita, que tiene como objetivo generar conversaciones sanas y constructivas que transmitan valores positivos a través del poder del ejemplo y las historias.