Te tomará unos 4 minutos leer este artículo

Margarita se inscribió en un curso de Comfama para mejorar su salud, sin imaginar que allí descubriría un tesoro aún mayor: la compañía.

Me llamo Margarita, tengo 88 años y, por mucho tiempo, me sentí sola. Hace cinco enviudé, y aun - que mis hijos me han acompañado, no he podido llenar la ausencia de ese un vacío.

Además, me diagnosticaron la enfermedad de párkinson, una condición que afecta la movi - lidad de mi cuerpo, causando temblores, rigidez y lentitud en mis movimientos. Es como si mi propio cuerpo se negara a seguir mis órdenes, y con cada día que pasa, siento cómo la enfermedad me va limitando un poco más.

En mi juventud fui profesora y siempre tuve claras mis pasiones: escribir y bailar. Por eso, el día que noté que, al darle la orden a mi mano de moverse, esto no sucedía, me asusté mucho. Con el paso de los meses, también se me empezó a hacer difícil moverme.

Mis problemas ya eran dos: la enfermedad y esa sensación agobiante de soledad, que ya se había convertido en tristeza. Siempre he sido decidida, por eso empecé a buscar soluciones. Sabía que no iba a curarme, pero también era consciente de que algo podría hacer para hacer más llevadera la situación.

Empecé por la salud. Les pedí a mis hijos que me inscribieran en un curso de gimnasia cerebral de Comfama; sabía que eso podía ayudarme. La gimnasia cerebral es una serie de ejercicios que estimulan el cerebro, mejorando las conexiones neuronales y ayudando a mantener la mente activa y flexible. Así como los músculos se entrenan, el cerebro también.

Como dice el refrán, fui buscando plata y regresé con oro. La plata es que los ejercicios de gimnasia empezaron a mejorar las conexiones neuronales de mi cerebro. Poco a poco, empecé a retomar el movimiento fluido en mis manos. Pero el oro lo encontré en un beneficio inesperado: la compañía.

La clase de cada miércoles a la una de la tarde se convirtió en mi momento favorito de la semana. Los minutos previos al inicio, cuando me acomodaba en mi silla y veía llegar a las demás, estaban llenos de una mezcla de expectación y alegría. Me redescubrí, como cuando era joven y anhelaba algo, esperando con ansias cada encuentro.

En clase me distraigo, comparto con Claritsa, Isalia, María Eugenia, Luz Dary, mis nuevas amigas que, al igual que yo, algunas fueron profesoras. Hablamos de las familias y nues - tras experiencias de vida. El salón se llena de risas y conversaciones, y mientras escucho las historias de mis amigas, siento cómo la calidez de sus palabras llena los espacios vacíos que la soledad había dejado. Mi familia siempre ha estado a mi lado, pero se siente bien tener amigas y compartir con personas con las que tengo otras cosas en común. La sensación agobiante de soledad que traía conmigo ha desaparecido.

No soy ingenua; sé que el párkinson está ahí y que seguro avanzará lentamente. Sin embargo, puede que sea por la gimna sia cerebral o por la felicidad que me da volver a tener amigas. Seguramente sean ambas cosas. Lo cierto es que ya creé un club de lectura con mis compañeros del hogar geriátrico donde me están cuidando, y que en algunas clases ya hasta volví a bailar, sintiendo de nuevo esa libertad que solo la música puede dar.

Cuando en esta entrevista me preguntaron qué recomendaría para combatir la soledad, la mejor respuesta que se me ocurrió fue: «métanse a un curso de Comfama».

#Soledad para reencontrar nuestras pasiones.

¿Cómo contrarrestas la soledad en la edad de la plenitud?

Etiquetas:

soledadagosto 2024plenitud
Únete al grupo de conversación.Únete al grupo de conversación.

Suscríbete a nuestro boletín y mantente actualizado.

He leído y acepto los términos y condiciones

La Revista Comfama es un medio de comunicación educativo, de circulación gratuita, que tiene como objetivo generar conversaciones sanas y constructivas que transmitan valores positivos a través del poder del ejemplo y las historias.