Dos de las pasiones de Carolina Restrepo son Café Canelo y la Red de turismo de Cañasgordas. Estas se construyen en familia, gracias a la solidaridad, la consciencia y el trabajo conjunto.
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Una de las cosas que más amo es tomarme un café antes de ver el amanecer en la finca donde vivo con mi familia, en la vereda El Canelo de Cañasgordas. Para mí, no existe mejor experiencia que esa; es el primer ritual del día y el cual me motiva para lo que vendrá. Hace aproximadamente nueve años, cuando mi hermano Julián presentó su trabajo de grado en la universidad, soñaba con tener un proyecto de café de origen y trascendió para convertirse en un propósito familiar.
En ese entonces, yo era la única que trabajaba en la casa, no estábamos del todo bien económicamente, pero lo apoyamos y creímos que podíamos intentarlo juntos. Mi papá ya cultivaba y apoyó con sus conocimientos a mi hermano; mientras mi mamá y yo aportamos con lo material y algunos asuntos logísticos para la creación de productos de calidad. No fue un camino fácil, para nada.
De entrada, tuvimos que desaprender todo lo que sabíamos de café para adaptarnos a las dinámicas que la sociedad actual impone. ¿Por qué? Porque mi padre siempre había cosechado café en la finca para la Federación de Cafeteros de Occidente, pero este reto implicaba transformar nuestros pensamientos, por lo que tuvimos que capacitarnos y escuchar a mi hermano que tenía clara la idea.
Era necesario establecer procesos de siembra, producción y transformación del producto para nutrir el primer punto de venta de Café Canelo, el cual ubicamos en Santa Fe de Antioquia por ser un municipio con mucho más turismo. Hoy, el proyecto está conformado por nuestra familia y cuatro empleados más.
Luego, cuando vimos que Café Canelo tuvo muy buena acogida, comenzamos a recibir peticiones de parte de los clientes para llevarlos a conocer los procesos del café. Esto, nos implicó adecuar nuestra finca El Porvenir para que sirviera como un punto de encuentro que incrementara la experiencia alrededor del grano.
Paulatinamente llegamos al segundo reto: crear la Red de turismo de Cañasgordas. Nuestro municipio no es visto como un destino turístico. Sin embargo, la gente comenzó a venir a nuestra finca y a enamorarse de esta tierra. Lo que hicimos, entonces, fue entender que podíamos trabajar con nuestros vecinos. Algunos viven de la producción de panela y otros de la pesca deportiva. Nos sentamos juntos, compartimos información y construimos alianzas con las posibilidades particulares para potenciar la experiencia de los visitantes.
Ha sido un proceso difícil, especialmente porque primero tuvimos que creer en nuestro potencial y trabajar como comunidad para mejorar la imagen turística de Cañasgordas. Es por eso por lo que nos capacitamos, aprendemos las dinámicas de cuidado, aseo, atención y todos los detalles que aportan al mejoramiento de la experiencia de los visitantes. Y hay algo muy importante para generar esa creencia y es el ejemplo, por eso, nos esforzamos en hacer las cosas bien desde Café Canelo, para inspirar a los demás.
Yo confío en el potencial de la región. Muchas personas se van a la ciudad porque creen que es el único lugar donde hay oportunidades. Puede ser cierto, en parte, pero también puede haber mucha competencia. En el campo, nuestro trabajo es más autóctono, libre y con mucha posibilidad de expandir las ideas. Todavía no estamos donde queremos, pero estamos unidos y nos apoyamos. Si hay algo que aprendí en estos años es que con constancia, amor, pasión y disciplina todo es posible, nuestros proyectos son muestra de ello.
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